Durante los años más difíciles de la independencia argentina, en el norte del país se libró una lucha clave para frenar a los realistas. Esta guerra no se desarrolló con grandes ejércitos ni batallas épicas, sino con una táctica muy especial: la guerra de guerrillas, liderada por el general Martín Miguel de Güemes y sus valientes gauchos salteños. A esta resistencia popular se la conoce como la Guerra Gaucha, y fue fundamental para proteger el territorio nacional.
El contexto: una frontera en constante peligro
A partir de 1810, cuando comenzó el proceso de independencia en el Río de la Plata, los territorios del Alto Perú (hoy Bolivia) eran escenario constante de enfrentamientos entre los patriotas y las tropas realistas enviadas por España. Cada vez que las fuerzas revolucionarias eran derrotadas, los realistas bajaban desde el norte y amenazaban con avanzar hacia el corazón del país.
En ese momento, la región de Salta se convirtió en la última línea de defensa. Era necesario detener a los invasores antes de que llegaran a Tucumán o incluso a Buenos Aires. Fue allí donde Güemes y sus gauchos jugaron un papel decisivo.

¿Qué fue la Guerra Gaucha?
La Guerra Gaucha fue un conflicto irregular que se desarrolló entre 1815 y 1821 en el norte argentino. Su principal característica fue el uso de la guerra de guerrillas: una forma de lucha en la que pequeños grupos móviles atacaban por sorpresa y luego se replegaban rápidamente. En este caso, los protagonistas eran campesinos, baqueanos y jinetes locales, organizados y comandados por Martín Miguel de Güemes.
A diferencia de los ejércitos regulares, los gauchos conocían cada rincón del terreno, sabían moverse con rapidez y usaban emboscadas y maniobras inesperadas para debilitar al enemigo. Además, contaban con el apoyo de la población local, lo que les daba una ventaja estratégica.
El liderazgo de Güemes
Güemes no solo era un excelente estratega militar, sino también un líder muy querido por su pueblo. Había nacido en Salta y conocía de cerca la realidad de los gauchos, con quienes construyó una relación de confianza. Supo organizar un ejército popular y motivarlo con la defensa del territorio y la libertad.
A lo largo de seis años, Güemes resistió numerosas invasiones realistas. Incluso logró expulsar varias veces a los ejércitos enviados desde el Alto Perú, que eran mucho más numerosos y mejor armados. La región se convirtió en un muro infranqueable para los enemigos de la revolución.
La importancia de la táctica de guerrillas
Lo que hizo tan efectiva a la Guerra Gaucha fue el uso inteligente del terreno y del factor sorpresa. Los gauchos atacaban convoyes, emboscaban columnas realistas y saboteaban los suministros. Después, desaparecían entre las montañas y los valles. Esta táctica, aunque muy distinta a las batallas tradicionales, fue clave para frenar el avance enemigo.
La guerra de guerrillas también tenía una dimensión política: mostraba que el pueblo podía organizarse y resistir por sí mismo, sin necesidad de un ejército profesional. Fue una forma de defensa popular y descentralizada que protegió la frontera norte durante años.
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El final de la Guerra Gaucha
En 1821, Martín Miguel de Güemes fue herido en una emboscada y murió pocos días después. Sin su liderazgo, la resistencia gaucha perdió fuerza. Sin embargo, su legado perduró. La Guerra Gaucha había cumplido su objetivo: detener a los realistas el tiempo suficiente para que se consolidara la independencia en otras regiones del país.
Gracias a esa lucha desigual, el norte argentino se mantuvo libre y las fuerzas patriotas pudieron reorganizarse. Hoy, Güemes es recordado como un héroe nacional y símbolo de la resistencia popular.