Antes de convertirse en un objeto común en la mesa, el tenedor fue rechazado por religiosos y nobles. Conocé su verdadero origen y cómo logró imponerse en la historia.
De objeto maldito a utensilio cotidiano
Hoy en día, el tenedor es una herramienta indispensable a la hora de comer. Sin embargo, este sencillo utensilio no siempre fue tan aceptado. En sus orígenes, el tenedor fue visto como algo exótico, inútil e incluso ofensivo. Algunas culturas lo consideraban una ofensa a las normas religiosas, mientras que otras lo tildaban de instrumento diabólico.
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Su forma, con puntas que recordaban a las del tridente del demonio, generó rechazo en muchas regiones de Europa durante siglos. En un contexto donde los dedos o las cucharas eran los únicos medios aceptables para comer, introducir un objeto metálico entre los labios era, para algunos, un acto de arrogancia… o peor: de pecado.
El origen del tenedor y su lenta expansión
El uso del tenedor comenzó en Bizancio, alrededor del siglo XI. Se cree que fue la princesa Teodora Ana Doukaina, de origen griego, quien introdujo este objeto en Venecia al casarse con Domenico Selvo, un noble italiano. Allí, su costumbre de usar tenedores de oro para comer frutas y dulces no fue bien vista. Para muchos religiosos de la época, esa práctica era un lujo innecesario e incluso hereje.

Recién entre los siglos XVI y XVII, el tenedor empezó a ser aceptado en las cortes europeas, especialmente en Francia e Inglaterra. Fue en ese momento cuando se popularizó el diseño con tres o cuatro puntas, ideal para pinchar y sostener alimentos sólidos. Aun así, su aceptación completa tardó siglos en llegar.
El triunfo del tenedor en la mesa moderna
Ya en el siglo XVIII, el tenedor se convirtió en símbolo de buena educación y refinamiento. En el siglo XIX, su uso se masificó gracias a los avances en la producción de cubiertos metálicos. Desde entonces, es parte esencial de cualquier vajilla.
Su historia es un ejemplo perfecto de cómo un objeto cotidiano puede tener un pasado cargado de controversias. Lo que hoy usamos sin pensar, fue una vez tema de escándalo y debate.